LUCHANDO DÍA A DÍA. Mª Luisa Vizcaino Rico
Al escribir estas líneas, recuerdolas experiencias de mi enfermedad, en las que hubo de todo, momentos y recuerdos que son parte de mi vida y que jamás podré olvidar. Os puedo decir que cuando sucede una cosa de este calibre y envergadura es muy fuerte y duro. Mi primera reacción fue de incredulidad ¿no es posible? no me puede estar pasando esto ¿por qué…?
Te preguntas y te revelas, pero poco después cuando recapacitas, te dices, esto es lo que hay y tengo que vivir y no rendirme. Decides operarte pronto pues una vez que ya has decidido lo que hay que hacer cuanto antes mejor, para volver a seguir la senda de la vida y comprobar que la vida es bella… Sí, lo digo porque a pesar de todo, merece la pena vivir, primero por nosotras y después por nuestra familia. En mi caso yo no me vine abajo, no consentí que mi familia tuviera que pasar por un trance que yo tenía que solventar. Decidí operarme, todo salió bien y después con muchas ganas de vivir y luchar. Lo peor vino después: el tratamiento. La quimioterapia, la llevé bastante regular con las molestias propias que todas conocemos. A veces te asalta la idea de si valdrá la pena seguir pues te sientes tan mal , sin fuerzas, sin pelo sin ganas de verte, ni que te vean.
El médico que me operó, me regalo un libro que escribió su padre y con mucho cariño y ternura me dijo que lo leyera con detenimiento sobretodo los capítulos sobre el aspecto psicológico, ya que en este proceso lo más importante son las ganas de vivir. Yo lo tuve claro desde el primer momento, a pesar de que el día que me ponían los sueros era un tormento difícil de soportar, pero con la fuerza de voluntad que yo no sé de donde la sacaba, me levantaba por las mañanas como si tuviera que ir al trabajo. Jamás me quede en la cama, salía de mi casa con el mismo horario laboral y regresaba del mismo modo, la casa se me caía encima, me agobiaba. Por las mañanas paseaba sola e iba observando a la gente a las cosas, lo cotidiano, todo aquello que no reparas cuando estas sana. Una tarde que paseaba con mi madre, la persona en la que siempre me apoyé, y valiente donde las haya, pasamos por la puerta de la sede de Amama, sabía que existía y me decidí a entrar. Fue un acierto y una experiencia maravillosa. La acogida de todas las mujeres que allí había fue lo más gratificante, la presidenta Belinda, inolvidable, de maravilla, la psicóloga, genial, Marisol, la secretaria fantástica, y un gran ramillete de mujeres que estaban a mi lado. Me uní a ellas y fui voluntaria, comprendí que era una buena cosa para las mujeres que están pasando momentos tan difíciles, pues les damos todo nuestro
apoyo y solidaridad desde el momento de la operación en el hospital y después.
En la Asociación tienes la oportunidad de asistir a los cursos formativos y al encuentro con mujeres que saben muy bien que te pasa, para poder cambiar impresiones con todas ellas, despejar algunas dudas que puedas tener. Por todo esto espero que sirvan estas líneas para que sepáis que estamos aquí, para seguir luchando día a día y que juntas podemos.