"FELICIDAD COMPARTIDA ". Mª del Carmen Espinosa

 

¿Qué como fue mi encuentro con el cáncer?. ¡Uf¡, fue mi respuesta nunca había pensado que tendría alguna vez que escribirlo para otras personas y dar mi testimonio pues es difícil transmitir un sentimiento cuando no se tiene la “pluma”.

Pues, un día revisando mis pechos, encontré un bulto pequeño, me asuste pero como me había hecho un mamografía hacia seis meses y no había nada, decidí esperar, aunque me preocupaba que me diría el medico… (cuando él lo vio, dijo aquí no se ve nada, lo que usted observa puede ser una glándula inflamada). Como no me dolía confié en él y volví en dos años. Y cuando me repitieron la mamografía, y me llamaron para suavizar el problema, me dijeron que me habían seleccionado con otras mujeres para hacernos un examen más profundo. En principio me asusté, pero luego me tranquilizaron y me citaron tres días después en el hospital. Yo pensé: que suerte la mía, me iban a mirar mejor, sin saber lo que se me avecinaba. Cuando llego el momento acudí a la cita sola, el médico me preguntó si no me había notado nada, yo le dije que sí, que hacia dos años. Su cara cambió y se mostró muy cariñoso, empezó a explicarme lo que había.

Me quede blanca como podéis imaginar, era lo que yo menos esperaba, me echó el brazo por encima y me acompañó al cirujano para que me viera y confirmara lo que él creía, aunque me iba diciendo por el camino que en un 99% de los casos son falsas alarmas o enfermedades benignas de la mama, pero que había que asegurarse. Como la consulta estaba a tope, me fui a mi casa para volver. No os puedo explicar como me sentí y como llegué a mi casa, en mi mente sólo se repetía una y otra vez que podía tener cáncer. Le dije a mi marido lo que había y lo que yo creía, no podía ser, pero cuando me miró a la cara vió que no era broma.

Me acompañó al cirujano y éste entre cariñoso y amable comenzó su trabajo: explicarme la sospecha que había y en tal caso qué había que hacer, yo , ya no oía nada, mi mente se paralizó como si yo no estuviera allí, los sentía hablar pero yo no escuchaba, no asimilaba lo que hablaba, cuando nombró el cáncer, noté como se me iba la sangre del cuerpo, el médico explicaba las posibilidades de que tuviera que quitarme el pecho, pero que hasta que me abrieran no sabía, mi marido le preguntaba por los tratamientos y posibilidades que yo tenía ¡había que esperar¡ así que salí de allí con un montón de papeles para hacerme pruebas. Cuando llegué a mi casa me encerré en mi dormitorio y lloré hasta hartarme, pues echaba de menos a mi madre, como siempre hacemos cuando nos encontramos en apuros y que siempre está ahí para con su amor y comprensión ayudarnos a no desfallecer, pero no estaba, un cáncer de matriz se la llevo a los 53 años, de pronto recordé como me sentí yo de desvalida con la muerte de mi madre. Yo no quería eso para mis hijos así que me propuse seguir adelante, ser fuerte, por mi y por ellos. Se lo dije a mis hijos y familia, fue duro ver sus caras, mi hijo mayor y su mujer lo pasaron mal, él intentaba ser fuerte y no derrumbarse pero yo lo conocía y sabía lo que estaba sufriendo pues nunca me había visto enferma.

Mi segundo hijo es más callado, menos expresivo y muy reservado nunca decía nada, pero en sus ojos se veía la tristeza, una madre sabe lo que sienten sus hijos en cada momento, por último mi hija pequeña, al mirarla pensaba en la falta que me hizo mi madre en muchos momentos y se me helaba la sangre pensar que yo les faltara a ellos, así que me propuse luchar y seguir adelante enfrentándome a lo que Dios y el destino dispusieran. Llegó el día de la operación, toda mi familia hizo piña y en ningún momento nos dejaron solos, cuando me devolvieron a la habitación allí estaban todos, no tuve que preguntar lo que me habían hecho pues sus caras lo decían, empecé a bromear para que no se dieran cuenta del miedo que sentía por todo lo que se me avecinaba. Me besaban y me besaban y se escondían para que no los viera llorar, no sabéis queridas amigas que duro es tener que disimular cuando mi corazón se rompía en mil pedazos haciéndose el fuerte.

 

Al día siguiente la enfermera me pregunto si quería que me visitara una asociación de mujeres operadas como yo, la Asociación AMAMA, claro que sí, estaba dispuesta a recibir todo el apoyo que me brindaran, pues estaba perdida y me vendría bien. Eran Loli y Susi voluntarias afectadas de cáncer, os diré que me ayudaron muchísimo verlas con tanta fuerza y tan guapas, me transmitieron positividad y esperanza en el futuro, pues pensé si ellas han podido vencer al cáncer por qué yo no. Comprendí que había mucho por qué vivir, con o sin pecho. La operación fue la primera batalla, me quedaba lo peor, los tratamientos, se me cayó el pelo, otro palo, pero después hasta me veía guapa, cuando terminé me vine abajo y entonces me acorde de AMAMA llamé por teléfono y me atendió Belinda su presidenta y tengo que confesaros que nada mas que oír su voz me cautivó, era como si fuéramos viejas amigas, cuando fui a la Asociación me sorprendí pues la que me recibió fue Eli que resulto nos conocíamos desde niñas y hacia años que no nos veíamos, me explicaron qué hacían y su labor de ayudar a otras mujeres en el hospital como hicieron conmigo. Lo pensé y me decidí a ser voluntaria como ellas aunque pensé que nunca sería capaz de hacerlo, pues es fuerte revivir día tras día situaciones que no olvidarás nunca.

Hoy me alegro cada día más, me siento útil, me siento necesaria, me siento grande, he superado mis miedos y algo importante satisfecha por ver como mi ayuda a éstas mujeres perdidas en sus pensamientos casi siempre inciertos es la mano que les indica el camino y sobretodo demostrarles que se puede salir, que el cáncer no es lo último, sino todo lo contrario el comienzo de una nueva etapa dedicándola más a una y disfrutar de lo que tienes. Ya son tres años los que estoy en AMAMA y cada día me siento mejor, aprendo algo de todas, también tengo que reconocer que todas no tenemos la misma suerte, algunas no lo consiguieron como Fina, Mº José. Mº Dolores, Elo, ya no están entre nosotras, pero sí en nuestro corazones, pero esto es como todas las enfermedades, unos las superan y otras no, yo soy una de las que sí lo hicieron. Quiero expresar mi gratitud a las personas que me ayudaron y me ayudan, a la psicóloga que había cuando yo entré, Belinda, a la que hoy hay, Marina que nos ayuda y forma, a esas “mujeres-coraje” que con su cariño y comprensión me abrieron sus brazos en AMAMA, donde he tenido la suerte de conocer a otras mujeres de la Asociación “Momentos de Sabila” que trabajan con nosotras, personas de un carisma especial, os quiero decir una cosa: que gracias al cáncer he aprendido que la vida hay que vivirla día a día y no desear tanto lo material, si no disfrutar sobretodo de la familia y amigos. Dar las gracias a mis hijos Joaquín, Gema, Jonathan y Mayca, a mis nietos Emilio y Joaquín que hoy son mi pasión, a mis hermanas por su apoyo y en especial a mi marido por su paciencia, dedicación y amor. Espero que mi historia no os haya aburrido y que sirva para llevar a buen puerto esta enfermedad como yo lo he hecho.

Gracias a todas